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lunes, 11 de marzo de 2019

RESPUESTA A UN PSEUDOMAESTRO Por Helmuth H. Medina Bolaño



RESPUESTA A UN PSEUDOMAESTRO
Por Helmuth H. Medina Bolaño

El hombre ordinario no logra ver la realidad
                                                           tal cual es, sino que ve lo que su mente
                                                                          perturbada le obliga a ver.

 La vida es un constante devenir, un fluir perpetuo, en el que jamás logramos bañarnos dos veces en el mismo río, pues nunca son las mismas aguas y él nunca es el mismo. En palabras de Heráclito de Efeso: No existe en la realidad nada que sea siempre igual, porque lo único real es el cambio”.

Sin embargo existen personas como a las que vamos a referirnos en este escrito, y que llamaremos “pseudomaestros”, que no logran comprender dicha máxima, en los que parece, que debido a sus limitaciones de consciencia no se cumpliera esta sentencia.  Estos individuos, a pesar de lo que afirman en su discurso, no avanzan en el camino existencial, un milímetro. Viven realizando solo cambios externos, en búsqueda constante de aprobación, reconocimiento y aceptación social, sin dedicarse seriamente a los cambios internos que pregonan (transformación y trascendencia), siendo una prueba fehaciente de su falta de coherencia el que mantiene desde hace décadas, al rojo vivo, sus conflictos psicoemocionales y actuar “en consonancia disarmónica” con estos.

Este sujeto que se autodenomina “maestro” puede incluso ser notable por su desarrollo lingüístico y lógico; inclusive pueden tener la capacidad  de discursar horas y horas sobre “la teoría de la realidad” cual afectados por el síndrome del savant; pero por muy lógico y rebuscado que sean sus palabras, siguen siendo teoréticas[1], dado que no tienen un correlato vivencial. Es decir, este este tipo de individuos han logrado desarrollar de manera puntual un par de las clases de inteligencia que existen (Howard Gardner, 1983), con lo que llegan a impresionar  a muchos ingenuos, que pueden fácilmente ser deslumbrados mediante alarde y falsas apariencias. Quedando por fuera de la  consciencia de los susodichos, las otras nueve inteligencias hasta ahora conocidas: interpersonal, intrapersonal, creativa, emocional, existencial o trascendente, física-cinestésica, musical, espacial y naturalista ( Gardner, Payne, Goleman, Shearer), las cuales en ellos, se encuentran unas anquilosadas y otras en total atrofia.

Recordemos siempre que la vida es mucho más que palabras, y que si usted tiene sed, aunque repita “agua” mil veces, este instinto básico solo será saciado al beber; siguiendo a Krishnamurti diríamos “no las palabras, sino la cosa que fluye por el interior de las palabras” es lo que de verdad importa.

En  textos de sabiduría perenne encontramos en esta dirección el cuestionamiento siguiente: ¿de qué nos sirve estudiar todas las características de una manzana si jamás llegamos a probarla? Por mucho que la analicemos, no llegaremos a hacernos una idea aproximada de su sabor. ¿No es más cómodo y más simple llevarla a la boca y probarla? Y si no deseas probarla, lo mejor es arrojarla, no te obsesiones con ello.

Para ser precisos, el ser virtuoso en determinado aspecto de la vida no tiene nada de malo y sí mucho de bueno. El problema radica en la pretensión de algunos  en generalizar o imponer a otros de manera presuntuosa lo mucho o poco logrado en el trascurrir de sus vidas; peor aún lo es cuando el que se dice en capacidad de guiar (pseudomaestro) sufre de una grave ceguera por inatención (Arien Mack e Irvin Rock, 1998),  ya que a este personaje,  por tener fijada la atención en puntos que según su parecer domina, se le escapa como arena entre los dedos todo un mundo no conocido, a lo cual es precisamente a lo que debería dedicarle su entera atención, pues el tiempo, con su infinita paciencia todo lo descubre, pone a cada cual en su lugar y acaba dando la razón a quien la tiene. En esta condición no se puede hablar de un verdadero ser humano, por lo menos no para nosotros.
Un ser que está escindido y no se preocupa por su completitud, ni trabaja en ella, no puede ser tomado en serio; claro está que él seguramente desde su interpretación errónea de la realidad creerá  que está trabajando en ello o que ya llegó, y lo peor,  les hará creer a sus “discípulos” que es un ser de alto vuelo en temas humanos y/o espirituales, cuando a lo mucho llega a ser pichón de apteryx.

Al respecto cuenta una historia budista que Nan-in, un maestro japonés del periodo Meiji, recibió a un profesor universitario, quien vino a preguntarle acerca del Zen. Nan-in sirvió el té. Llenó la taza de su visitante y continuó vertiéndolo. El profesor observó como la taza se rebosaba, hasta que no pudo contenerse más y gritó:
“La taza se rebosa. ¡Ya no cabe más!”
−“Como esta taza” -dijo Nan-in−, “usted rebosa de sus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo puedo enseñarle Zen a menos que primero vacíe su taza?”

Habría que recordar a  muchos intelectuales que el conocimiento indudablemente es una condición necesaria, pero no una condición suficiente para estar sano y ser feliz. Si lo fuera bastaría con leer libros y memorizar textos para iluminarse.
Ahora, cuando esta clase de  individuo en su estado delirante decide obsesivamente atacar a todo aquel que no comparte su forma de ver la vida, la solución es recurrir a los textos de sabiduría - e incluso buscar recursos legales-, apoyarse en ellos, ver que nos dicen en este sentido, definir  directrices y  poner en marcha procesos que pongan en su lugar a estos especímenes.
 Podemos ver entonces que:
·     En la tradición judeocritiana  encontramos la regla de oro del cristianismo:   “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. Mateo 7:12:
·      En el Confucionismo: “No hagas a otros lo que no deseas que te hagan a ti”. Analectas 15:23.
·   En el Hinduismo: “Esto es la suma del deber: no hagas a otros lo que causaría dolor si te hiciera a ti”. Mahabharata 5:1517.
·      En el Budismo: “No dañes a otros de maneras que encontrarías hiriente.” Udana-Varga 5:18
Como podemos observar estas verdades inmutables autorizan a defenderse a todo aquel que es atacado de manera injusta, como en el caso en mención del pseudomaestro y sus patológicos intentos de deshonra, difamación, descrédito, calumnias e injurias, en nuestra contra.
Lo más llamativo de todo esto es que teniendo “rabo de paja” este tipo de persona tienen la compulsión a jugar con candela, creyendo equivocadamente que los demás tienen que tolerar su desfachatez. Y lo que más decepciona de todo el caso  es ver la falta de la honradez de quien se dice «correcto y riguroso», cuando en realidad su estado de malevolencia es tal que no es capaz ni siquiera, de mostrar y publicar las respuestas  y defensas dadas a sus constantes ataques,  acomodando siempre sus escritos e intervenciones orales para solo mostrar la parte que le conviene y falsear así la verdad. 

¡Qué gran diferencia con lo que hacía el Dr. Alfonzo Masi Elizalde! Él publicaba en las actas del instituto James Tyler Kent, -su único medio de difusión- los debates con sus críticos, teniendo la honestidad y el temple de publicar todo lo que su adversario decía sin modificación alguna y luego daba su punto de vista, para que quienes leyeran sacaran las conclusiones del caso. ¡Qué lástima que este pseudomaestro de quien venimos hablando no aprendiera esto de quien dice fuera su maestro!  ¡Qué diferencia tan abismal!  Evidentemente, en este caso no podríamos hablar de crítico, sino de un simple criticastro.

Cuando una persona se autodenomina paladín de la verdad absoluta y quiere que se le reconozca como un estudioso de la naturaleza humana, tiene que ver qué hace, pues sus comentarios tienen que tener un mínimo de altura y coherencia,  pero ante todo, su vida debe ser un ejemplo; claro está, que en este caso no se puede esperar mucho, dado que es una persona que, entre otras tantas inconsistencias que tiene, primero niega sus procedencia; segundo, rechaza a su descendencia y tercero, no es capaz de reconocer los aportes que le han hecho personas no tan reconocidas, pero que le han servido y aportado a lo que hoy es su construcción teórica y hasta para su sustento económico.

Por otro lado, también es cierto que en la vida las cosas se deben tomar dependiendo de quién provengan, y en este caso como demostraremos, partimos de una persona que no pasa la más mínima prueba de salud mental.

Una lectura rápida de sus escritos, o una simple charla con él, muestran al que tenga ojos para ver y oído para escuchar, cómo afloran síntomas psicopatológicos bien marcados, por todos lados.  

Es así que si lo analizamos, con la rigurosidad de la ciencia y tomamos el DSM-IV o Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, que publica la APA (American Psychiatric Association), encontramos en la página 650 siete criterios para hablar de un trastorno paranoide de la personalidad, de los cuales el caso en cuestión cumple con todos y los desborda, quedando abierta la posibilidad de ubicarlo en una clasificación psicopatológica mayor, lo que no viene al caso. Hay que aclarar que cumplir con 4 criterios, es suficiente para estar en presencia de una personalidad con un trastorno marcadamente paranoide.

Veamos los criterios:

                                  Tomado de: DSM-IV o Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales que publica la APA (American Psychiatric Association) p.650.

Esto ya por si es muy grave, pero lo es más para alguien que trabaja en el área de la salud y se dedica a escribir y guiar a otros en el crecimiento humano. Sobre todo lo es −y es el punto al que quiero llegar− cuando este no logra reconocer y admitir su caótico estado y busca por el contrario atrapado en una operatividad externa en la que reina de manera absoluta la discursividad, la que no alcanza a tocar su mundo interno; en este sentido Johann Gottlieb Fichte, uno de los pioneros del idealismo, nos recuerda: “El tipo de filosofía que uno elige depende del tipo de persona que uno es”.

Nuestro personaje,  cual don Quijote de la Mancha ve monstruos gigantes donde en realidad solo hay molinos de viento. Va por el mundo inconsciente de su enfermedad, creyendo que su percepción de la realidad es correcta (Sankaran), que todos están en su contra, que es atacado, que los demás no tienen el nivel para comprenderlo, que es víctima de la incomprensión, siendo todo  esto puras pamplinas; cuando lo cierto es que él es el principal agresor que vive formando caos a su paso. Con todo esto, muestra un franco estado psicopatológico que desde la perspectiva de la homeopatía del Dr. Alfonzo Masi Elizalde (homeopatía ontológica) se llama sycosis y que el doctor Ryke Geerd Hamer, desde la Nueva Medicina Germánica lo denomina “constelación esquizofrénica”.

Para colmo de males este pseudomaestro pregona a los cuatro vientos tener bien claro cuál es su simillimum sumun, o, como él lo llama, identicum[2],  el que le ha servido en los último 30 años para estar en armonía, siendo más que evidente para todos los que le rodean o le conocemos que tiene su sensitividad  muy gravemente perturbada. Un requisito para hablar de curación a este nivel y poder decir que hemos logrado nuestro objetivo es que debemos ver desaparecer la sintomatología clínica crónica; pero además, como requisito indispensable para refrendar la buena evolución del caso, esta mejoría debe ir acompañada de un correcto cambio en la actitud vital. Así que ¿de que estamos  hablando? ¿A quién pretende engañar? 

De lo que este pseudomaestro vocifera, surgen tres deducciones:
1- O está equivocado en su estímulo homeoinformacional (homeomedicamento),
2-  O este no logra llevar a la latencia su psicoafectividad perturbada
3-  O no tiene claro cuál es su verdadera sensación vital  o psora primaria (Scholten-Sankaran-Elizalde).

Hipócrates, padre de la medicina occidental, hace más de veinte siglos nos dijo: “sanadores, sanaos vosotros primero”. Esta gran enseñanza nos muestra a todos que trabajamos en área de la salud la imperiosa necesidad de ponernos en orden primero nosotros antes de aventurarnos en labor tan atrevida como la de criticar o intervenir en la vida de nuestros semejantes. Si quien se dice con autoridad para corregir,  no ha sido capaz, luego de 40 o 50 años de ejercicio terapeútico, de poner en ataraxia su  propia psicoemocionalidad perturbada, ¿de cuál autoridad o de que maestro hablamos? Lo mínimo que debería hacer es cuestionarse y notar que algo anda mal, y que en lo fundamental de la vida está perdiendo el tiempo. En el Dhammapada, escritura sagrada Budista encontramos: “Aunque un hombre pueda conquistar mil veces mil hombres en batalla, aquel que se conquista a sí mismo es el más grande de los guerreros”.

Para concluir dejo unas paremias que sirven de marco a lo comentado  
·      “Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo”. Albert Camus
·       “No hay que apagar la luz del otro para que brille la nuestra”. Gandhi
·       “El maestro mediocre cuenta. El maestro corriente explica. El maestro bueno demuestra. El maestro excelente inspira”. Willian A. Ward
·    “Nunca llegarás a destino si te paras a tirar piedras a cada perro que te ladre”. Winston Churchill
·      “La persona que no están en paz consigo misma será una persona en guerra con el mundo entero”. Mahatma Gandhi
·    "El que aprende y aprende y no aplica lo que sabe es como el que ara y ara y no siembra". Platón
·      “Aquél que quiere cambiar el Mundo debe comenzar por cambiarse a sí mismo” Sócrates
·   "El enojo, el orgullo y la competencia son nuestros verdaderos enemigos". Dalai Lama
·  “Un hombre que está más sucio que un rancho solo se quiere limpiar las uñas con mi honradez… No más que me estoy llenando de requisitos y a las catorce ventana lo voy a mandar”. Canción vallenata
·      El respeto no se exige, se gana
·      "Saber lo que es correcto y no hacerlo es la peor cobardía". Confucio



[1]  «Teorética: Que se dirige al conocimiento, no a la acción ni a la práctica» (Real Academia Española).

[2] Sobre este concepto y la teoría que le soporta tenemos marcadas diferencias con el pseudomaestro que la plantea, pues hemos encontrado graves inconsistencias y fallas de cohesión, coherencia y correspondencia en su planteamiento, pero ese será motivo de otro artículo.






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