RESPUESTA A UN PSEUDOMAESTRO
Por Helmuth H.
Medina Bolaño
El hombre ordinario no logra ver la realidad
tal cual es, sino que
ve lo que su mente
perturbada le obliga a ver.
La vida es un constante devenir, un fluir perpetuo, en
el que jamás logramos bañarnos dos veces en el mismo río, pues nunca son las mismas aguas y él nunca es el mismo. En palabras de
Heráclito de Efeso: “No existe en la realidad nada que sea
siempre igual, porque lo único real es el cambio”.
Sin
embargo existen personas como a las que vamos a referirnos en este escrito, y
que llamaremos “pseudomaestros”, que no logran comprender dicha máxima, en los
que parece, que debido a sus limitaciones de consciencia no se cumpliera esta
sentencia. Estos individuos, a pesar de
lo que afirman en su discurso, no avanzan en el camino existencial, un milímetro.
Viven realizando solo cambios externos, en búsqueda constante de aprobación, reconocimiento
y aceptación social, sin dedicarse seriamente a los cambios internos que
pregonan (transformación y trascendencia), siendo una prueba fehaciente de su
falta de coherencia el que mantiene desde hace décadas, al rojo vivo, sus
conflictos psicoemocionales y actuar “en consonancia disarmónica” con estos.
Este
sujeto que se autodenomina “maestro” puede incluso ser notable por su
desarrollo lingüístico y lógico; inclusive pueden tener la capacidad de discursar horas y horas sobre “la teoría
de la realidad” cual afectados por el síndrome del savant; pero
por muy lógico y rebuscado que sean sus palabras, siguen siendo teoréticas[1],
dado que no tienen un correlato vivencial. Es decir, este este tipo de
individuos han logrado desarrollar de manera puntual un par de las clases de
inteligencia que existen (Howard Gardner, 1983), con lo que llegan a impresionar a muchos ingenuos, que pueden fácilmente
ser deslumbrados mediante alarde y
falsas apariencias. Quedando por fuera de la consciencia de los susodichos, las otras nueve
inteligencias hasta ahora conocidas: interpersonal, intrapersonal, creativa,
emocional, existencial o trascendente, física-cinestésica, musical, espacial y
naturalista ( Gardner, Payne, Goleman, Shearer), las cuales en ellos, se encuentran unas anquilosadas
y otras en total atrofia.
Recordemos
siempre que la vida es mucho más que palabras, y que si usted tiene sed, aunque
repita “agua” mil veces, este instinto básico solo será saciado al beber; siguiendo a
Krishnamurti diríamos “no las palabras, sino la cosa que fluye por el interior
de las palabras” es lo que de verdad importa.
En textos de sabiduría perenne encontramos en
esta dirección el cuestionamiento siguiente: ¿de qué nos sirve estudiar todas
las características de una manzana si jamás llegamos a probarla? Por mucho que
la analicemos, no llegaremos a hacernos una idea aproximada de su sabor. ¿No es
más cómodo y más simple llevarla a la boca y probarla? Y si no deseas probarla,
lo mejor es arrojarla, no te obsesiones con ello.
Para
ser precisos, el ser virtuoso en determinado aspecto de la vida no tiene nada
de malo y sí mucho de bueno. El problema radica en la pretensión de algunos en generalizar o imponer a otros de manera
presuntuosa lo mucho o poco logrado en el trascurrir de sus vidas; peor aún lo
es cuando el que se dice en capacidad de guiar (pseudomaestro) sufre de una
grave ceguera por inatención (Arien Mack e Irvin Rock, 1998), ya que
a este personaje, por tener fijada la atención en puntos que según
su parecer domina, se le escapa como arena entre los dedos todo un mundo no
conocido, a lo cual es precisamente a lo que debería dedicarle su entera atención,
pues el tiempo, con su infinita paciencia todo lo descubre, pone a cada cual en
su lugar y acaba dando la razón a quien la tiene. En esta condición no se puede hablar de un verdadero ser humano, por lo
menos no para nosotros.
Un ser
que está escindido y no se preocupa por su completitud, ni trabaja en ella, no
puede ser tomado en serio; claro está que él seguramente desde su interpretación
errónea de la realidad creerá que está
trabajando en ello o que ya llegó, y lo peor, les hará creer a sus “discípulos” que es un ser
de alto vuelo en temas humanos y/o espirituales, cuando a lo mucho llega a ser
pichón de apteryx.
Al
respecto cuenta una historia budista que Nan-in, un maestro japonés del periodo
Meiji, recibió a un profesor universitario, quien vino a preguntarle acerca del
Zen. Nan-in sirvió el té. Llenó la taza de su visitante y continuó vertiéndolo.
El profesor observó como la taza se rebosaba, hasta que no pudo contenerse más
y gritó:
− “La taza se rebosa. ¡Ya no cabe más!”
−“Como
esta taza” -dijo Nan-in−, “usted rebosa de sus propias opiniones y
especulaciones. ¿Cómo puedo enseñarle Zen a menos que primero vacíe su taza?”
Habría
que recordar a muchos intelectuales que
el conocimiento indudablemente es una condición necesaria, pero no una
condición suficiente para estar sano y ser feliz. Si lo fuera bastaría con leer
libros y memorizar textos para iluminarse.
Ahora,
cuando esta clase de individuo en su
estado delirante decide obsesivamente atacar a todo aquel que no comparte su forma
de ver la vida, la solución es recurrir a los textos de sabiduría - e incluso buscar
recursos legales-, apoyarse en ellos, ver que nos dicen en este sentido, definir directrices y
poner en marcha procesos que pongan en su lugar a estos especímenes.
Podemos ver entonces que:
· En la tradición judeocritiana encontramos
la regla de oro del cristianismo: “Así
que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten
a ustedes. Mateo 7:12:
· En el Confucionismo: “No hagas a otros lo que no
deseas que te hagan a ti”. Analectas 15:23.
· En el Hinduismo: “Esto es la suma del deber: no hagas
a otros lo que causaría dolor si te hiciera a ti”. Mahabharata 5:1517.
· En el Budismo: “No dañes a otros de maneras que
encontrarías hiriente.” Udana-Varga 5:18
Como podemos
observar estas verdades inmutables autorizan a defenderse a todo aquel que es
atacado de manera injusta, como en el caso en mención del pseudomaestro y sus
patológicos intentos de deshonra, difamación, descrédito, calumnias e injurias,
en nuestra contra.
Lo más
llamativo de todo esto es que teniendo “rabo de paja” este tipo de persona tienen
la compulsión a jugar con candela, creyendo equivocadamente que los demás
tienen que tolerar su desfachatez. Y lo que más decepciona de todo el
caso es ver la falta de la honradez de quien
se dice «correcto y riguroso», cuando
en realidad su estado de malevolencia es tal que no es capaz ni siquiera, de
mostrar y publicar las respuestas y
defensas dadas a sus constantes ataques, acomodando siempre sus escritos e
intervenciones orales para solo mostrar la parte que le conviene y falsear así
la verdad.
¡Qué gran diferencia con lo que hacía el Dr. Alfonzo Masi Elizalde!
Él publicaba en las actas del instituto James Tyler Kent, -su único medio de
difusión- los debates con sus críticos, teniendo la honestidad y el temple de
publicar todo lo que su adversario decía sin modificación alguna y luego daba
su punto de vista, para que quienes leyeran sacaran las conclusiones del caso. ¡Qué
lástima que este pseudomaestro de quien venimos hablando no aprendiera esto de
quien dice fuera su maestro! ¡Qué
diferencia tan abismal! Evidentemente, en
este caso no podríamos hablar de crítico, sino de un simple criticastro.
Cuando una persona
se autodenomina paladín de la verdad absoluta y quiere que se le reconozca como
un estudioso de la naturaleza humana, tiene que ver qué hace, pues sus
comentarios tienen que tener un mínimo de altura y coherencia, pero ante todo, su vida debe ser un ejemplo;
claro está, que en este caso no se puede esperar mucho, dado que es una persona
que, entre otras tantas inconsistencias que tiene, primero niega sus
procedencia; segundo, rechaza a su descendencia y tercero, no es capaz de
reconocer los aportes que le han hecho personas no tan reconocidas, pero que le
han servido y aportado a lo que hoy es su construcción teórica y hasta para su
sustento económico.
Por
otro lado, también es cierto que en la vida las cosas se deben tomar
dependiendo de quién provengan, y en este caso como demostraremos, partimos de
una persona que no pasa la más mínima prueba de salud mental.
Una
lectura rápida de sus escritos, o una simple charla con él, muestran al que
tenga ojos para ver y oído para escuchar, cómo afloran síntomas
psicopatológicos bien marcados, por todos lados.
Es así
que si lo analizamos, con la rigurosidad de la ciencia y tomamos el DSM-IV o Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales, que publica la APA (American
Psychiatric Association), encontramos en la página 650 siete criterios para
hablar de un trastorno paranoide de la personalidad, de los cuales el
caso en cuestión cumple con todos y los desborda, quedando abierta la
posibilidad de ubicarlo en una clasificación psicopatológica mayor, lo que no
viene al caso. Hay que aclarar que cumplir con 4 criterios, es suficiente para
estar en presencia de una personalidad con un trastorno marcadamente paranoide.
Veamos los criterios:
Tomado de: DSM-IV o Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales que publica la APA (American Psychiatric
Association) p.650.
Esto
ya por si es muy grave, pero lo es más para alguien que trabaja en el área de
la salud y se dedica a escribir y guiar a otros en el crecimiento humano. Sobre
todo lo es −y es el punto al que quiero llegar− cuando este no logra reconocer y
admitir su caótico estado y busca por el contrario atrapado en una operatividad
externa en la que reina de manera absoluta la discursividad, la que no alcanza
a tocar su mundo interno; en este sentido Johann Gottlieb Fichte, uno
de los pioneros del idealismo, nos recuerda: “El tipo de filosofía que uno
elige depende del tipo de persona que uno es”.
Nuestro
personaje, cual don Quijote de la Mancha
ve monstruos gigantes donde en realidad solo hay molinos de viento. Va por el
mundo inconsciente de su enfermedad, creyendo que su percepción de la realidad
es correcta (Sankaran), que todos están en su contra, que es atacado, que los demás
no tienen el nivel para comprenderlo, que es víctima de la incomprensión, siendo
todo esto puras pamplinas; cuando lo
cierto es que él es el principal agresor que vive formando caos a su paso. Con
todo esto, muestra un franco estado psicopatológico que desde la perspectiva de
la homeopatía del Dr. Alfonzo Masi Elizalde (homeopatía ontológica) se llama sycosis y que el doctor Ryke Geerd Hamer, desde
la Nueva Medicina Germánica lo denomina “constelación
esquizofrénica”.
Para
colmo de males este pseudomaestro pregona a los cuatro vientos tener bien claro
cuál es su simillimum sumun, o, como
él lo llama, identicum[2], el que le ha servido en los último 30 años
para estar en armonía, siendo más que evidente para todos los que le rodean o
le conocemos que tiene su sensitividad muy gravemente perturbada. Un requisito para
hablar de curación a este nivel y poder decir que hemos logrado nuestro
objetivo es que debemos ver desaparecer la sintomatología clínica crónica; pero
además, como requisito indispensable para refrendar la buena evolución del caso,
esta mejoría debe ir acompañada de un
correcto cambio en la actitud vital. Así que ¿de que estamos hablando? ¿A quién pretende engañar?
De lo que
este pseudomaestro vocifera, surgen tres deducciones:
1- O está equivocado en su estímulo
homeoinformacional (homeomedicamento),
2- O este no logra llevar a
la latencia su psicoafectividad perturbada
3- O no tiene claro cuál es
su verdadera sensación vital o psora primaria (Scholten-Sankaran-Elizalde).
Hipócrates,
padre de la medicina occidental, hace más de veinte siglos nos dijo: “sanadores,
sanaos vosotros primero”. Esta gran enseñanza nos muestra a todos que
trabajamos en área de la salud la imperiosa necesidad de ponernos en orden
primero nosotros antes de aventurarnos en labor tan atrevida como la de
criticar o intervenir en la vida de nuestros semejantes. Si quien se dice con
autoridad para corregir, no ha sido
capaz, luego de 40 o 50 años de ejercicio terapeútico, de poner en ataraxia su propia psicoemocionalidad perturbada, ¿de cuál
autoridad o de que maestro hablamos? Lo mínimo que debería hacer es cuestionarse
y notar que algo anda mal, y que en lo fundamental de la vida está perdiendo el
tiempo. En el Dhammapada, escritura sagrada Budista encontramos: “Aunque un hombre pueda conquistar mil veces
mil hombres en batalla, aquel que se conquista a sí mismo es el más grande de
los guerreros”.
Para
concluir dejo unas paremias que sirven de marco a lo comentado
· “Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a
este mundo”. Albert Camus
· “No hay que apagar la luz
del otro para que brille la nuestra”. Gandhi
· “El maestro mediocre
cuenta. El maestro corriente explica. El maestro bueno demuestra. El maestro
excelente inspira”. Willian A. Ward
· “Nunca
llegarás a destino si te paras a tirar piedras a cada perro que te ladre”. Winston
Churchill
· “La persona que no están
en paz consigo misma será una persona en guerra con el mundo entero”. Mahatma
Gandhi
· "El que aprende y aprende
y no aplica lo que sabe es como el que ara y ara y no siembra". Platón
· “Aquél que quiere cambiar
el Mundo debe comenzar por cambiarse a sí mismo” Sócrates
· "El enojo, el
orgullo y la competencia son nuestros verdaderos enemigos". Dalai Lama
· “Un hombre que está más
sucio que un rancho solo se quiere limpiar las uñas con mi honradez… No más que
me estoy llenando de requisitos y a las catorce ventana lo voy a mandar”. Canción
vallenata
· El respeto no se exige,
se gana
· "Saber lo que es
correcto y no hacerlo es la peor cobardía". Confucio
[1] «Teorética: Que se dirige al conocimiento, no
a la acción ni a la práctica» (Real Academia Española).
[2] Sobre este concepto y la teoría que le soporta tenemos marcadas diferencias con el pseudomaestro que la plantea, pues hemos encontrado graves inconsistencias y fallas de cohesión, coherencia y correspondencia en su planteamiento, pero ese será motivo de otro artículo.
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