En la búsqueda de felicidad
Por Helmuth Harold Medina Bolaño
Desde hace mucho, pero mucho tiempo hasta nuestros días, el hombre ha pretendido de manera obsesiva y desesperada encontrar uno de los tesoros más preciados, esquivos y codiciados, la Felicidad. En su búsqueda el hombre se sacrifica, se olvida de muchas cosas que son imprescindibles para su vida, se llena de otras tantas que son innecesarias, se inventa toda clase de artimañas, de teorías, pero aun así sigue siendo infeliz.
¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué es tan difícil ser
feliz? Nos preguntamos constantemente sin
obtener una pequeña luz que nos sirva de guía.
Por eso quisiera
que analizáramos de manera natural esta situación sin pretender que las
conclusiones a las que lleguemos sean aceptadas de manera absoluta, somos
conscientes que es un tema denso pero lo iremos desglosando poco a poco, semana
tras semana.
Un primer impedimento para encontrar la felicidad, desde mi punto de vista
está, en el mismo momento en que
comenzamos afanosamente su búsqueda. ¿Cuándo
buscamos algo? Cuando no lo tenemos o se nos ha perdido; pero sucede que en
cada uno de nosotros habita la felicidad, no la hemos perdido, está en
nosotros, forma parte de nuestra propia naturaleza, pero hay tanto polvo
empañándola que no logramos verla ni mucho menos sentirla. Queremos ser
felices, nos trazamos esa meta, ahora para alcanzarla emprendemos una ardua
labor llena de esfuerzos y el esfuerzo solo surge cuando no fluimos
espontáneamente, porque cuando eres feliz solamente fluyes cuando eres auténtico las horas pasan volando no sientes calor ni frio, no sientes hambre
ni sed, pero cuando haces algo con lo cual no vibras tienes que hacer un gran
esfuerzo para poderlo hacer, te aburres, te cansas, comienzas a sentir tensión, stress.
El hombre se ha
olvidado que la semilla está en su interior y que solo hay que dejarla
germinar, se ha empeñado en querer encontrarla a sus alrededor, en su exterior
apegándose a una infinidad de objetos y procesos para al final terminar
nuevamente vacío e infeliz.
Cuando somos niños
queremos ser grandes, cuando somos adultos ser niños, a muchas personas las he
escuchado decir ¡el día que tenga dinero
mi vida va a cambiar, seré feliz!, hay que sacrificarse para disfrutar en
la vejez, el día que mis hijos estén estables disfrutaré, y de esa manera va
transcurriendo sus vidas sin pena ni gloria.
Reducimos nuestra
felicidad a motivaciones externas, tenemos que salir para no aburrirnos para
sentirnos bien, compramos cosas para estar satisfechos, nos tomamos unos tragos
para olvidarnos de las tristezas, y así en más. Cuando necesitamos de todas esas cosas para sentirnos bien es porque somos infelices y para no aceptarlo
tratamos de cubrir el bache de cualquier manera; Pero cuando ya somos felices y
nos da por salir con alguien de nuestro agrado nuestra felicidad aumenta, si
nos vestimos bien nos sentimos doblemente bien y si nos toca estar solos
también disfrutamos de ese bello momento.
Lamentablemente no
nos permitimos ser felices porque pasamos nuestra vida encadenados por nuestro
pasado y angustiados por nuestro futuro no disfrutamos el presente, no vivimos
el ahora que es el lugar donde reina soberana la felicidad, nuestra mente vive
del recuerdo de aquello que fue, sufrimos por el recuerdo de las cosas bellas
del pasado lo cual se llama nostalgia, sufrimos por los errores del pasado que
nos atormentan qué es el conocido sentimiento de culpa o remordimiento de conciencia, sufrimos por lo
que nos hicieron, también sufrimos por aquello que fue y que hoy ya no es. En fin,
siempre encontramos justificaciones en nuestro pasado para ser infeliz.
En el
otro extremo nuestra mente se centra en el futuro el cual es siempre incierto,
y por el cual también sufrimos porque nos produce ansiedad, nos vemos
constantemente perturbados por un estado de inquietud, agitación y zozobra,
sufrimos porque damos por sentado, hechos que aún no han sucedido, nos
desesperamos por lo que va a suceder, nos imaginamos continuamente tragedias, ¿Cómo podemos ser felices así? Nos
olvidamos que solo tenemos el presente, el ahora, el hoy. El ayer ya fue el
mañana quien sabe cómo será.
Por eso para ser
feliz primero debemos estar en armonía con la existencia, ser auténticos,
sinceros con nosotros mismos, tenemos que terminar la farsa, dejar de huir,
finalizar la lucha y fluir al compás de la olas que trae el océano la vida.
Cuando dejamos de quejarnos, cuando abandonamos la búsqueda, cuando acabamos
con el esfuerzo por estar contentos y satisfechos, la felicidad toca nuestra
puerta, sin percatarnos entra de la mano de los rayos del sol por las rendijas
de la ventana, entonces nos damos cuenta que siempre ha estado allí,
esperándonos sin que le permitiéramos entrar.
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